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Lo que sabe el paladar

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Lo que identificamos como cocina nicaraguense es un híbrido de aleaciones incesantes, que vienen operándose desde antes que los conquistadores pusieran en pie en nuestro territorio, pues sabemos que este territorio fue siempre un sitio de encuentros, desde el norte y desde el sur del continente, lo mismo que desde las islas del Caribe; y ya había una cocina chorotega, y luego una náhuatl, y de ambas se dio una mezcla, y luego llegaron las influencias aztecas, traídas por el tráfico comercial desde el imperio, y esaban los arrastres de la cocina maya, y las formas de comer de los caribes, arawakas, taínos y demás, y las de las variadas tribus que emigraron desde el sur, como los chibchas, sólo para mencionar algunas.

Y siguió operándose el proceso de mezclas a partir de la conquista y la colonia, ya en nuevas aleaciones la cocina aborigen con lo que venía de España y Africa, y todos esos nuevos elementos, africanos y españoles, entraron a la Costa del Pacífico por la puerta del Carible, arrastrando consigo la cultura culinaria taína, igual que ocurrió con la lengua.

De la cocina nicaraguense, como de cualquier otra, no se puede hablar en pasado, porque es una tradición que se mueve y varía, sujeta a la permanente mutación de la invención, de las influencias externas, de las inmigraciones, como la china o la italiana en Nicaragua, y de los éxodos y exilios. Por esto, último es que hay cocina nicaraguense que se hace fuera de nuestras fronteras, la cocina de la nostalgia. 

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